Lucio Mantel

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Desde la primera canción nos hipnotiza la particular voz aguda de Lucio Mantel,hecha de esa mezcla de debilidad y fiereza poética tan grata a la memoria del rock argentino en su vertiente más lírica (Spinetta mediante). Esa presencia constante de su voz aérea de tenor, algo frágil pero segura en su decir, acompañada por la guitarra criolla de la que parecen brotar las imágenes que inundan sus letras, baña todo el disco. Se hacen inevitables los paralelismos, o las cercanías con el pop de Lisandro Aristimuño, o con lo sonoridad acústica de Seba Ibarra.

Nictógrafo tiene muchas virtudes, más considerando que se trata de un primer disco de autor: una de ellas es la brevedad. En menos de 39 minutos está todo dicho. Mantel no nos aburre con reiteraciones innecesarias, sus doce canciones terminan cuando ya han expresado lo que querían expresar, que no es poco. Otra virtud es la variación de ritmos y texturas tímbricas. El disco está muy bien producido en ese sentido, bien pensado. Como los buenos titiriteros, Mantel no deja ver los piolines: hay muchos instrumentos dosificados, aquí y allá, que se suman al trío básico de guitarra, bajo y percusión, pero queda siempre en primer plano la expresividad de la poesía y la melodía. La mezcla también es preciosista, se percibe que nada se hizo a las apuradas sino que se tomó el tiempo necesario para tener una obra consistente, sin puntos débiles. El sonido general del disco es agradable y permite una escucha sin sobresaltos ni cambios de volumen.

Algunas características del compositor: una gran imaginación melódica y armónica, un buen manejo de la forma canción y de los climas. Se puede decir que está dentro de la tradición de la canción argentina de los últimos cuarenta años: es inevitable la referencia a Spinetta o a Páez, pero también hay muchos puntos de contacto con autores más jóvenes como Juan Quintero o Carlos Aguirre (particularmente en las canciones con más aire folklórico). Como estos artistas, parece haber llegado a una síntesis de elementos diversos que la da un sabor netamente argentino sin ser deudor de nadie en particular sino de una tradición más general que incluye tanto a los nombrados como a Piazzolla o al“Cuchi” Leguizamón.

Párrafo aparte para la poesía: independientemente de los elementos que resaltan en la primera audición (neologismos como “espejeaba” o palabras prestadas como “nictógrafo”) y de la obsesión por la luz y sus reflejos, las letras de Lucio son muy amables con su música. Hechas para ser cantadas, tienen el mismo don que el disco en general: no intentan abrumar con su originalidad en sus momentos más sublimes, ni aburren cuando se acercan al lugar común. Equilibrio es la palabra para definir esta otra virtud del autor en la siempre difícil puja entre letra y música.

El arte gráfico del disco apoya las canciones a la perfección. Se percibe que Mantel estuvo presente, ejerciendo amplio control sobre cada paso del proceso de creación de la obra. Esa posibilidad que brinda la actual coyuntura, el abaratamiento de la grabación y replicación de discos en los últimos años en nuestro país sumado a los beneficios de la producción independiente, en la que el artista es su propio sello, permite primeros discos maduros y coherentes como este.


Fuente: http://clubdeldisco.com/sitio/index.php/catalogo/disco/lucio_mantel_nictografo

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